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gonzaloistari

Este par de ojos extra


¿De qué podrían servirme estos dos ojos extras con los que nací? Este par de soles sin lunas que nadie parece respetar. Que queman las superficies donde se posan. A donde sea que voy me siento observado. Como si cada uno de mis ojos recibiera miles de miradas a la vez, desafiando su intensidad innata. A veces esas miradas me pesan, me cansan. Me hacen doler la espalda como aquella vez en que había una jugosa y oportuna oferta de 3x2 en cervezas Dia% y las cargúe en la mochila durante varias cuadras.

“¿Sos alcohólico?” me preguntó ese día el cajero. Nunca me había sucedido. Me ruboricé al instante. Sentí el calor alrededor de mis cuatro ojos, la cara afiebrada. Nunca me había pasado que se me insinuase un cajero del Dia%, ¡con lo que me gustan! Con lo divinamente simples y accesibles que me resultan.


Tardamos sólo cuatro semanas en ponernos de novios. Ahora bebemos juntos en la terraza de su departamento, en cómodas reposeras de madera, bajo la luz de la luna. Disfrutamos cervezas frías con Macritas y chizitos genéricos. Todo comprado con su magnífico descuento de empleado del supermercado.


Cada mañana al abrir mis ojos agradezco mi suerte; agradezco que él apareciera, que la fortuna o el destino lo hayan depositado en ese puesto laboral barrial tan precarizado como simpático; tan estresante como angelado. Agradezco sus descuentos, agradezco tener un par de ojos más para verlo. Agradezco disfrutarlo el doble cada día.


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