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gonzaloistari

Mi consolador me habló




“Tengo una cita con mi novio” solía decir en forma chistosa. En las reuniones y juntadas con los chicos siempre les causaba mucha gracia cuando decía eso, casi como un latiguillo de despedida, sobre todo en aquellas situaciones en las que estando ya aburrido quería irme pero sin quedar como un mala onda o un cortamambo.


Varios de mis amigos y amigas ya lo conocían, habían estado en casa y en su oportunidad me pidieron verlo, “queremos conocer a tu chico”. Yo soy cero pudoroso así que no tuve ningún problema. Quienes pedían verlo, lo veían. La mayoría se quedaban impactados al conocerlo. Decían que parecía real; que los detalles eran asombrosos, el color, las venas, la anatomía perfecta. Todo menos el tamaño, que sí, debo reconocer que era un poco más grande de lo usual.


Cuando lo compré hace ya más de dos años a mí también me pareció que era más grande de lo necesario. Pensé que tal vez estaba pecando de goloso y que no necesitaba recurrir a algo tan enorme. Pero en ese entonces decidí aventurarme, y ya que iba a invertir dinero decidí que fuese algo importante, decidí darme un gusto y dejarme tentar; permitírmelo. Después de todo, para algo me mataba trabajando ocho interminables horas diarias en el call center.


Debo confesar que las primeras veces al intentar usarlo me ví conflictuado por sus generosas dimensiones. Y aunque justamente eso me generaba un morbo particular pensé que había cometido un error y que debía haber optado por uno más sutil y discreto. Pero con el pasar del tiempo, Esteban me cerró la boca. Aclaro en este punto que se llama Esteban, no creo que tenga nada de extraño ponerle nombre a nuestros juguetes sexuales. Sobre todo en mi caso particular, que siempre fui de ponerle nombre a cada uno de mis muñecos de peluche, a mis plantas y hasta a mis vecinos de edificio… me resulta útil para identificarlos mentalmente. Les imagino una posible denominación y se las otorgo; los bautizo aunque no quieran ni puedan hacer nada para impedirlo (como cualquier bautismo, bah).


Como solo tengo a Esteban, me parecía correcto ponerle nombre; no es que tenga una colección de sex toys y esté como loco etiquetándolos y colgándoles chapitas con sus respectivos nombres; solo tengo uno y por tal me parecía muy digno darle identidad. Le puse Esteban por Esteban Lamothe, el actor. Me vuelve loco. Si pudiese elegir pasar una noche con cualquier persona, cualquier famoso, actor, extranjero, lo que sea… sin dudarlo lo elegiría a Lamothe. Creo que es perfecto por donde se lo vea.


Ya que no tengo ninguna posibilidad con el Esteban real, me conformo con mi Esteban particular. Que no tendrá sus dotes actorales ni su carisma pero que igualmente tiene sus recursos.


Toda esta introducción sirve solamente para contarles lo verdaderamente jugoso; lo increíble que me sucedió ayer a la noche: Esteban me habló.


No, no estoy loco. No, no me drogo, ni fumo, ni tomo alcohol en demasía, ni estoy bajo ningún tipo de tratamiento psicológico o psiquiátrico. Esteban me habló ayer por la noche. 


Había terminado de utilizarlo en la bañera. Esteban tiene una sopapa muy potente que se adhiere con particular entusiasmo a los azulejos del baño, así que casi siempre lo utilizo allí. Como hago religiosamente luego de usarlo, estaba lavándolo con jabón blanco neutro y agua tibia mientras dejaba actuar en mi pelo el serum anticaída. Lo enjaboné bien, limpié con cariño cada uno de sus intersticios y lo dejé apoyado en una toalla impoluta extendida sobre la tapa del inodoro.


Volví a meterme bajo la ducha y comencé a enjuagar mi pelo. Con los ojos cerrados con fuerza para evitar que el sérum me irritara, me sorprendí al escuchar una voz de hombre, fuerte y clara.

Enjuagate bien atrás de las orejas que te quedó espuma, crack.

Giré asustado y sobresaltado. Miré hacia la puerta como esperando ver a mi futuro asaltante, secuestrador o asesino. Pero no había nadie. Tragué saliva con dificultad y notando cómo mi pulso y mi respiración se aceleraban. Metí nuevamente la cabeza bajo la ducha para terminar de enjuagar mi pelo, pero esta vez procuré no cerrar los ojos, me daba miedo, así que necesitaba no sacar la mirada de la puerta del baño. Y ahí sucedió. Lo vi claramente. Me costó reaccionar. Al principio me paralicé y solo me quedé ahí, de pie bajo la ducha, con el agua corriendo por mi cuerpo y sin poder creer que mi consolador estuviese hablándome.

No, no, no… no te asustés… soy yo, Esteban.


Cerré la ducha, manoteé el toallón y me cubrí atándolo a la cintura con cierto pudor.

¿Ahora te la vas a dar de vergonzoso? Nos conocemos bien, no hay nada ahí que no haya visto antes, eh… por mí no te tapés.


Intenté gritar pero no me salió la voz. Barajé mentalmente la posibilidad de huir corriendo pero temí resbalarme en la bañera como me había sucedido el mes anterior cuando una cucaracha voladora había entrado por la ventana. Además, para poder salir del baño necesitaba pasar a muy cercanos centímetros de donde estaba ese pene parlante.


Opté por sacarme el toallón de la cintura y lanzárselo a Esteban encima. Al quedar cubierto por la tela húmeda y pesada gimió como de dolor y luego comenzó a hablar en voz alta.

Booeh… ¿Posta? ¿Después de todo lo que pasamos juntos ahora te hacés el delicado, el impresionable? Dejate de joder, loco, dale… charlemos como dos adultos civilizados.


Salí despacio del baño, agitado y asustado, pero despacio para no resbalarme. Abrí la puerta y la cerré detrás de mí.


Hace dos días que no puedo entrar al baño por miedo a lo que vaya a encontrar. Acerqué un par de veces la oreja a la puerta desde afuera para intentar escuchar movimientos o voces, pero no se oye absolutamente nada. Temo llamar a la policía y que me traten de loco o algo peor, que se burlen, que viralicen mi llamada telefónica. No sé qué hacer y estoy comenzando a desesperarme. Sé fehacientemente que Esteban está vivo, ahora está calladito pero estoy seguro que es solo un juego mental… me está engañando para conseguir que vuelva a entrar al baño y no sé qué es lo que pretende de mí.


Se me está haciendo muy cuesta arriba tener que higienizarme en la bacha de la cocina, hacer mis necesidades en un balde… es todo un espanto que no sé hasta cuándo pueda tolerar.


Hoy un amigo me preguntó por “mi novio” y le tuve que decir la verdad: Estamos atravesando una crisis.


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